«Desmontando el mito y las ofensas de 'Un invierno en Mallorca'», M. Elena Vallés Palma escriu sobre la importància de la recent edició d'«Un hivern a Mallorca»
25 novembre, 2013
Font: Diario de Mallorca / M. Elena Vallés Palma
¿Vivió y vio en realidad George Sand todo lo narrado en Un invierno en Mallorca? ¿Es el texto, en puridad, una dura diatriba contra los mallorquines de aquel tiempo? Las respuestas a estas dos preguntas quedan matizadas gracias a la publicación de un volumen que acaba de ver la luz en Edicions de 1984, que ha conseguido reunir por primera vez en un mismo volumen Un hivern a Mallorca y L´epistolari de la turista George Sand. Dos textos –concienzudamente anotados y traducidos por Antoni-Lluc Ferrer– cuya lectura y posterior comparación permiten llegar a la conclusión de “que muchos de los episodios narrados en Un invierno jamás fueron experiencias realmente vividas, sino una intercalación de sus recuerdos de turista con escenas inventadas que confirman su desbordante imaginación”, indica el profesor Ferrer. Una suerte de autoficción o “mentira literaria”. Porque, “¿cómo pudo la autora gala escribir que desde Establiments se oía el mar cuando la zona se encuentra a dos kilómetros de la costa?”, cuestiona Ferrer.
En la introducción a la publicación, el traductor se dedica a desmenuzar con prolijidad las fuentes de las que bebió (“y a veces copió directamente”) la escritora francesa, que hace 175 años –se cumplieron el pasado sábado día 9– llegó junto a Chopin y sus dos hijos a Mallorca. “En gran parte de las páginas, Sand se limitó a resumir las últimas lecturas sobre la isla que acababa de efectuar en París”, detalla. Es decir, “Un invierno es un libro que presupone una laboriosa y febril actividad bibliográfica”. Así, uno de los volúmenes que más sorprendieron e inspiraron a la francesa para la confección de Un invierno es el titulado Souvenirs d´un voyage d´art à l´île de Majorque, un álbum de grabados de Joseph-Bonaventure Laurens. Al abrirlo, frente a los ojos de Sand desfilaron un gran número de monumentos y paisajes mallorquines ilustrados por dicho grabador que le eran familiares. “Algunos de ellos, tal y como confesó más tarde, no los visitó jamás durante su estancia en la isla, un hecho que, sin embargo, no le impidió describirlos en su libro, y todo gracias a esos dibujos”, comenta Ferrer. “Puede decirse que Laurens fue el dibujante francés sin el cual Un invierno en Mallorca jamás habría existido”, abunda.
¿Un coautor?
Además de Sand y Laurens, Ferrer nombra la tercera ´mano´ que intervino en la redacción del libro de marras: Voyage dans les îles Baléares et Pithiuses (1807) de André Grasset de Saint-Sauveur. La escritora francesa “se limitó a copiar” algunos fragmentos del libro del cónsul de Napoleón (Grasset), “a veces sin acabar de entenderlos”. Por último, la cuarta intervención en Un invierno se la atribuye al erudito de Perpinyà establecido en París Josep Tastu. “Tan decisiva fue su colaboración que bien merecería ser calificado de coautor”, apunta Ferrer en el estudio introductorio de la publicación de Edicions de 1984. “Él corrigió a Sand los errores que detectó en sus escritos y la asesoró sobre las particularidades de la sociedad insular, asimismo le descubrió temas y personajes históricos que le habían pasado desapercibidos como la lengua y la literatura catalanas, la conquista de Mallorca, la aventura en Bellver de Francisco de Aragón o la vida de la beateta Catalina Tomàs, entre muchos otros”.
Por otra parte, el profesor Ferrer matizó también la idea que siempre se ha tenido de que Sand había escrito aquel libro para desairar a los mallorquines, cuando en realidad el objetivo primero “era escribir una publicación por encargo, para ganarse la vida”. “Sand vivía de los libros y tenía un contrato con un editor: tenía que escribir los tres artículos largos que completaban este volumen del que hablamos”, indica. Es decir, la motivación primera de la escritura jamás fue la venganza o la crítica despiadada hacia los isleños.
En cuanto a la recepción posterior de Un invierno en Mallorca, “siempre se ha creído que lo que narró la francesa sobre el comportamiento de los mallorquines hacia ella es verdad, cuando o no es así o, en ocasiones, precisa de muchos matices. Hay que pensar que éste es un volumen escrito de cara a la galería francesa, con unas costumbres opuestas a las propias de la isla [a la que llegó a llamar ´la isla de los simios´]”, agrega. “El libro rezuma patriotismo galo, ideología liberal [España era reaccionaria], y cierta superioridad francesa. Sand nos miró siempre desde esa óptica, además de literaturizar gran parte de los episodios y escenas”, considera el traductor. Tanto es así que Ferrer explica que “cada vez que la autora se encontraba en la isla con algún símbolo del Antiguo Régimen, como por ejemplo un payés, le engarzaba algún tipo de comedieta inventada”, refiere.
Pese a todo lo apuntado por el profesor Antoni-Lluc Ferrer, no puede obviarse que el libro de viajes de Sand –”muy bien escrito en muchos de sus pasajes, pues la autora fue una gran novelista”– forjó un sólido mito sobre el sur primitivo y exótico de la isla. Un tópico recurrente y perdurable en el mundo del turismo cultural y, posteriormente, de masas. “Es la verde Helvecia, bajo el cielo de Calabria, en la solemnidad y el silencio de Oriente”. Así sintetizó Sand en tan recordada y repetida frase el paisaje de Mallorca.
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